Eremus is a latin word that means a desert land, a field that hasn’t been sown or cultivated. Through the image of this infertile fallow land, I seek for an escape route from the pain of having suffered three miscarriages in less than 4 years.
After having searched for logic explanations provided by the reason, I’ve realised that the cartesian cogito — the one that only accepts the existence of the body as something dependent on a thinking mind — wasn’t enough for me to understand the process I went through. The reasonable answers I got didn’t cure my pain or took me off the chaos.
I finally abandoned the cartesian mind and drowned into the ideas that were generated by the body itself. While in contact to the earth, the place where life knows its endings and beginnings, the body freed itself from the mind and built its own thinking.
Only at that moment I could absorb and understand the cyclic truth of Nature, the eternal return described by Mircea Eliade. Only at that moment, when I sneaked into the landscape in search for its answers, I realised that the body and the land themselves, without the intervention of the mind, could create an understanding about infertility, ageing and the passage of time.
Through walking in the land as an aesthetical an artistic practice and through the creation of multiple exposure photographic images, fusioning my body into the landscape, I´ve finally found the responses I was looking for, the ones that led me towards my own resilience and the healing of my wounds.
The ethereal appearance of the resulting images, far from representing a mere escape from reality, turned into a powerful therapeutic tool to understand, accept and finally cope with it.
Eremus, palabra latina que significa “yermo”: un campo sin sembrar o cultivar. Este paisaje infértil, en barbecho o en reposo vegetativo, es la imagen a partir de la cual busco construir una vía de escape al dolor de haber sufrido tres abortos espontáneos en menos de cuatro años.
Tras haber buscado explicaciones y amparo en la razón, me encontré con que el “cogito cartesiano”- el que dicta que el cuerpo sólo existe porque hay una mente que piensa - no era suficiente. Sus respuestas no me curaban el dolor, no me sacaban del caos.
Abandoné a la mente cartesiana y me sumergí en el pensamiento generado por el cuerpo en contacto con la tierra, lugar del origen y del fin de la vida.
Solo así pude absorber y entender la verdad cíclica de la naturaleza, del eterno retorno descrito por Mircea Eliade. Inmiscuirme en el paisaje, en búsqueda de respuestas, hizo con que el cuerpo y el entorno, que no la mente, se transformaran en los creadores de un pensamiento y de un entendimiento respecto a la infertilidad, el paso del tiempo y el envejecimiento.
A través del caminar como práctica artística y de la realización de imágenes generadas por múltiples exposiciones fotográficas, fusionando cuerpo y paisaje, procuro obtener respuestas de la naturaleza, que me dirijan a encontrarme con mi propia resiliencia y con la cura de mis heridas.
El onirismo resultante de estas imágenes y de este ejercicio, lejos de representar una fuga de la realidad, actúa como una herramienta terapéutico-artística de comprensión de la misma.